“Voy a pedir reparación social. Verdad y Justicia” Así terminó su testimonio Félix “Pincho” Oga, el pasado 3 de Octubre, en instancias de audiencias por el juicio de “La Escuelita”, en el que se juzga a siete represores acusados de cometer delitos de lesa humanidad en la región durante la última dictadura militar.
La jornada se desarrolló en Neuquén, y la Legisladora Provincial Viviana Germanier estuvo presente para acompañar a “Pincho”, quien permaneció detenido por distintos centros clandestinos de detención, desde el 27 de marzo de 1976, hasta el 21 de septiembre del ’77.
En ese marco también testificaron: el catrielense, Luis Mendoza y Francisco Tropeano de la ciudad de Cipolletti, también detenidos en iguales circunstancias.
Mientras tanto, una comitiva conformada por los legisladores municipales del Movimiento Vecinal de Integración y Cambio, Nicolás Sgalla y Nancy González ; la legisladora municipal del PJ, Daniela Salzzotto y miembros de la asociación AViTEC (Asistencia a Víctimas de Terrorismo de Estado en Catriel); también se llegaron a la capital neuquina para acompañar a las víctimas.
Demás está decir que se trató de una jornada desgarradoramente conmovedora, contenida por las agrupaciones de Derechos Humanos, entre ellas: representantes de Madres, que simbolizan “a mi madre y a todas las madres que sufrieron más que nadie esa dolorosa época”, dijo Pincho.
“En su declaración de más de una hora, Oga describió que fue secuestrado por fuerzas conjuntas del Ejército y de la Policía y trasladado a la comisaría de Catriel, donde lo interrogaron sobre “si era montonero o pertenecía a alguna organización política”. Al otro día fue llevado a la comisaría de Cinco Saltos, donde reconoció al comisario Desiderio Penchulef -absuelto en otro tramo de este juicio-, y luego a la de Cipolletti para finalizar en la U9 de Neuquén. “Después me llevaron a la delegación de la Policía Federal. Allí me colocaron de cara contra una pared, le veo la cara a uno que me gritó que no lo mire y ordenó que me pongan la capucha y de ahí me pasan a una sala donde me torturaron”. La cara y la voz de Soza, uno de los imputados del juicio, le quedaron grabadas al joven que por ese entonces estudiaba Ingeniería en la Universidad Nacional del Comahue y que muchos años después pudo saber quién era. “Descubrí que ese que miré antes de ser torturado era Soza, lo reconocí por las fotos publicadas en los diarios cuando en 2010 fue extraditado de España, donde estaba prófugo”, explicó.
También Oga relató los traslados a Bahía Blanca y a Rawson, donde recibió permanentes torturas, “nos trasladaban de un lugar a otro a las trompadas y golpes”, hasta su liberación el 21 de septiembre de 1977. Oga recién denunció ante la Justicia por el calvario que pasó en 2012 y explicó que no lo hizo antes “por miedo” (Pablo Montanaro, La Mañana de Neuquén).
Pero tanto Félix Oga, como Luis Mendoza, son vecinos de Catriel, una ciudad relativamente chica y como tal, los hechos sucedidos están clavados en la memoria colectiva y en torno a ellos, las diferentes expresiones vertidas. Algunas pueden resumirse en esa “condena social” a la que se refiere la víctima y por la que pide esa reparación, a la que se refirió y por la que pidió ayuda a los gobiernos municipal y provincial, para que su aspiración sea una realidad tan tangible como el calvario que injustamente atravesó.
Como tantos, el miedo lo silenció por décadas. “Fui compañera de militancia cuando participábamos con Pincho, en un taller literario autogestivo de Catriel, que fue el primer espacio que propició un lugar para abordar la temática concentrada en el 24 de marzo de 1976. Fue en el año 2004 y creo que esa fue la primera vez que Pincho pudo referirse a ese pasado que era cuestionado por muchos, e ignorado por otros, sin embargo, es preciso que por sobre todo, contribuyamos a mantener viva la memoria. Juicio y castigo para los culpables y que Nunca Más sea Nunca más”, enfatizó Viviana Germanier.