Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

El 16 de septiembre de 1976, diez estudiantes secundarios de la Escuela Normal Nº 3 de la Plata, fueron secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Todos tenían entre 14 y 17 años. El operativo fue dirigido en ese entonces por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como «accionar subversivo en las Escuelas». Este hecho es recordado como «La noche de los lápices”.
Uno de los objetivos más tenazmente buscado por la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983 fue neutralizar a buena parte de la juventud. Para los que desafiaban el régimen instaurado por ellos se les aplicaban distintos métodos, desde el asesinato y la desaparición, hasta la más refinadas formas de marginación social y psicológica, pasando, claro está, por la clásica y tradicional prisión.
En 1976, cuando los militares asumen el gobierno de facto consideraban que en la Argentina había una generación perdida: la juventud.
Teniendo en cuenta la historia de nuestro país y la constante participación de los jóvenes en los distintos movimientos sociales hasta ese momento, el gobierno militar sostuvo que tanto los estudiantes universitarios como los jóvenes obreros, eran en su mayoría irrecuperables y en consecuencia había que combatirlos. Para ello utilizaron un pretexto tan obvio como falaz: se trataba de subversivos reales o potenciales que ponían en riesgo al conjunto del cuerpo social. El ser joven pasaba a ser un peligro.
Pero no pudieron con ellos….

La legisladora provincial por el FpV, Viviana Pereira, rinde un homenaje a la generación de jóvenes que lucharon por sus ideales: «Estudiantes, obreros jóvenes que dieron su vida por una patria libre, justa y soberana».

 

LA MANO ANÓNIMA
A mi hija, María Claudia, militante de la UES, secuestrada durante «La noche de los lápices».

Mano anónima aleve y asesina,
con sólo tocarte
ha intentado
macular tu pureza,
tu inocencia,
por cierto, fracasando.
Tu grandeza de alma
es infinita.
Tu generosidad, ilimitada.
Virtudes tales
son inmaculables.
La mano anónima, leve y asesina,
no ha podido mancharte
por más que lo intentara.
Y esa pureza
constituye tu triunfo.
TU VICTORIA y su derrota.
Has vencido, hija mía,
y tu victoria ha sido apocalíptica.
Aunque tú estés ausente todavía,
yo te lloro y te admiro
al mismo tiempo.

Jorge Ademar Falcone

 

Prensa Legisladora Viviana Pereira